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Una joven de 20 años pasa una semana en la UCI por el COVID-19

Era una chica sana, que apenas había pisado un centro sanitario en su vida, pero de rebote le llegó el ‘maldito bicho’ y lo está pasando realmente mal. Ya salió de la unidad de cuidados intensivos y del hospital de Santa Lucía, pero todavía sufre importantes secuelas, como un gran agotamiento en cada movimiento que efectúa. Es un ejemplo de que el coronavirus cada vez entiende menos de edades.



La afirmación de que el coronavirus apenas afecta a la salud de los jóvenes que se contagien cada vez es más cuestionable. Un ejemplo lo tenemos en una joven de veinte años de edad de la ciudad de Cartagena, que, incluso, era muy celosa de evitar contactos para no infectarse y poner en riesgo a otros miembros de su familia con salud delicada. Por tal motivo, apenas efectuaba salida con su pareja en este tiempo, pero el chico cogió el virus en su puesto de trabajo y se lo transmitió de forma involuntaria. Él lo pasó de forma suave, pero para ella ha sido otra historia.

Las dos primeras pruebas a que fue sometida dieron negativo, pero días más tarde comenzó a tener síntomas como fiebre, escalofríos, diarreas, pérdida de sabor y olores… Su familia la llevó a Urgencias del hospital del Rosell, desde donde fue trasladada al hospital de Santa Lucía, donde dijeron que se trataba de una neumonía y que regresase a su domicilio, entregándole un tensiómetro, instrumento empleado para la medición indirecta de la presión arterial.

Al día siguiente se encontraba aún peor y fue llevada directamente a la puerta de urgencias del Santa Lucía, donde le diagnosticaron que padecía el COVID-19 y determinaron su ingreso en planta, pero no mejoraba y tuvo que ser trasladada a la unidad de cuidados intensivos (UCI), donde estuvo entubada. Allí permaneció seis días y al mejorar volvió a la habitación del hospital, recibiendo después el alta del centro sanitario, que no de su enfermedad, pues las secuelas las sigue sufriendo.

Algunos aspectos, como la fiebre, ya no los padece, al igual que ha casi recuperado la falta de capacidad olorosa o gustativa, pero la sensación de agotamiento la tiene casi inmovilizada, pues cada movimiento que hace, incluso para vestirse o subir escalones, la agota y precisa la ayuda de la familia.

Es, en síntesis, el relato que ha conocido este periódico a través de personas muy próximas a esta joven de sólo veinte años de edad, a la que el ‘maldito bicho’ ha noqueado una salud de hierro, lo que debe servir de aviso para los jóvenes en cuanto a tomar precauciones para no ser contagiados del coronavirus. Y ahora no lo decimos por seguridad de las personas de su entorno (que también), simplemente por ellos mismos. Nunca pasa nada hasta que pasa y la mejor defensa es la prudencia y el sentido común.

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