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El cielo llora la tragedia de Sagunto

"Bien y mal, la muerte llegará; bien y mal, el silencio reinará". La ciudad romana va pasando de la esperanza al desencanto y de ahí a la drástica de decisión de suicidarse para no caer en las manos de Aníbal. Es el relato de la obra que puso en escena la Legión de Sagunto, esta vez enfrentándose también a los elementos, pues apareció lluvia y un viento que hizo plantearse la suspensión, pero tras ser invocado (fuera de guión) el dios Eolo por el protagonista durante una arenga, el aire amainó.



Luchar contra los carthagineses y contra los elementos. Esta vez la tensión fue mayor para los saguntinos, pues en la vía del guión estuvo representar el hecho que en la historia desencadenó la II Guerra Púnica, pero fue de lo previsto y deseado estaban las fuerzas de la naturaleza. El fuerte viento hizo que se plantease la suspensión. El motivo es el gran mural colgado que ofrecía escenas fijas de Sagunto. El aire lo movía... de forma peligrosa hacia los actores. Sin embargo, amainó algo a la hora de comenzar, con lo que se aclaró la duda: 3, 2, 1... ¡Acción! Eso no significaba que se había despejado los peligros, pues durante la conversación entre Elena (Maloles Santander) y Teucro (Juanjo Núñez), antes Valerio, la lluvia hizo acto de presencia. Algunos espectadores comenzaron a marcharse, pero fueron pocos, señal de que estaba gustando lo que veía. El agua paró de caer, pero no el viento hasta que Juanjo decidió, sobre la marcha, introducir en su arenga a los guerreros al dios de todos los vientos pronunciando a Eolo. ¿Casualidad?, a saber.



Vamos a la obra, que comienza con una alegoría de la destrucción de la ciudad en tétrica representación a cargo de Marisol Ferreira. "Bien y mal, la muerte llegará; bien y mal, el silencio reinará", repitió en diversos momentos del desarrollo de una obra que duró 45 minutos, bajo una codirección, entre los que figura Alfonso Martínez Bernal, quien lleva una docena de fiestas en esa función. En el interior de las murallas, los saguntinos alardean de su gran resistencia mientras confían en que Roma les envíe legiones. En el escenario se suceden las conversaciones, como las de Leto y Elena, y de esta última con su esposo, Teucro (exValerio), y su hijo, además de los soldados que defienden la ciudad. Pero el tiempo pasa, los viveres se agotan… y los refuerzos no llegan. “Roma, ¿dónde estás?”. La impaciencia comienza a abrirse hueco hasta que se conoce la noticia de que no llegarán. “No tienen legiones ni dinero, por lo que han enviado dos emisarios a Aníbal para pedirles que abandonen su asedio, pero no ha servido para nada”. Fueron agraviados y traen la sensación de que ni el Consejo de Cartago puede sobre Aníbal.



Aníbal "y sus perros" ya rodean la ciudad. Los ataques se repelen, pero va creciendo la cifra de legionarios caídos. "El Barca está ciego de odio y sólo quiere hacernos sus esclavos. Matará a los hombres y viejos, violará a las mujeres y pondrá a trabajar a los niños si entra". Los saguntinos deciden seguir siendo libres siendo ellos los que se den muerte. "Esta ciudad será nuestra tumba". Hay lamentos. "Quieran los dioses que la muerte no sea la única forma de escapar". Los soldados deciden caer en combate, lo que tiene lugar en los pasillos ubicados entre el público. Lépido, el hijo de Teucro y Elena, es el último en caer (a diferencia de otras ediciones). Antes de expirar tiende su mano hacia su madre, cuyos lamentos desgarradores se convierten en la última voz de Sagunto.  “¡Muerte, dame la libertad!”. Nada se escucha. "Bien y mal, la muerte llegará; bien y mal, el silencio reinará". Una pregunta: "¿Mereció la pena Sagunto?".

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