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Feria del libro: 'Canto a Cartagena'

Francisco Eduardo Fernández, filólogo unionense afincado en Melilla, estrena en la gran cita literaria su nuevo poemario (compuesto por una veintena de poemas), que está dedicado a la ciudad que, desde niño, atesora en el corazón.


La editorial La Rosa de Papel acaba de publicar el libro de poemas «Canto a Cartagena», de Francisco Eduardo Fernández Vera, un poeta originario del municipio de La Unión, si bien, como él mismo asegura en el prólogo de la obra, es cartagenero a todos los efectos, «porque nací en el hospital de la Cruz Roja allá por el mes de agosto de 1968 y mis padres me apuntaron en el Registro Civil de Cartagena». De todas maneras, aunque así no hubiera sido, prosigue argumentando con toda razón que, «pese a lo que digan los documentos de identidad y las partidas de nacimiento, pertenecemos a los lugares y a las personas que amamos».

Canto a Cartagena viene a saldar una deuda afectiva que el escritor llevaba arrastrando desde sus tiempos jóvenes, un compromiso que había contraído irremediablemente en favor de la venerada ciudad que sigue bullendo en su interior, pese al tiempo transcurrido y a la distancia física que la separa de la extrapeninsular Melilla, donde reside en la actualidad. En el preámbulo del libro, Francisco Eduardo deshoja un ramillete de recuerdos personales e imágenes casi olvidadas de Cartagena, que con seguridad pervivirán con idéntica nitidez en la memoria de otros tantos paisanos de su misma quinta, los pertenecientes a la generación de 1968, ese año icónico de revoluciones, reivindicaciones y agitaciones sociales; también, por supuesto —y especialmente–, en el terreno de la cultura y el arte.

Revive el poeta aquellos días, como si fuera ayer, «cuando iba con mi padre a pescar al faro de Curra, tras la visita obligada al bar del Pinacho... Ese asiático con su toquecito a canela… Y de niño, ¡cómo se vestía Cartagena en las Puertas de Murcia por las fechas navideñas! ¡Qué buenas estaban las castañas asadas en Cartagena!... Tenían un sabor especial; mi abuelo sabía mucho de esas cosas… El hecho de comprarme castañas pilongas en aquel encuentro de calles y de comérmelas duritas y gustosísimas entre aquellos edificios enormes mientras contemplaba con la mirada hacia arriba el bello palacete del Hotel Central... La mezcla de horchata y limón que yo siempre me tomaba cada vez que iba a la glorieta San Francisco… Estaba deseando ir a esa glorieta. Cada vez que iba con mi abuelo a Cartagena aquello era una gozada. O las películas de «Los Cinco» que daban en el cine Mariola... ¡Cómo disfrutaba, cómo me gustaban! Qué decir de la vista del puerto natural que han contemplado mis ojos desde las murallas en compañía de mi compañera de clase, Fani (Estefanía). Yo la recuerdo siempre mirándome con sus ojos soñadores... Y mi colección de sellos tan bonita, que se engrosaba y aumentaba siempre que mi abuelo y yo íbamos a una tienda ubicada al final de la calle del Carmen... Me sentía importante siempre que iba a Cartagena cuando era niño».

En los veinte poemas que componen este librito, Francisco Eduardo evoca la panorámica del puerto, que contemplaba con ojos absortos desde las murallas; canta la grandeza de los Héroes de Cavite, con la admirada contemplación de la colosal plaza destinada a exaltar dicha conmemoración; repasa algunos emplazamientos paradigmáticos de la ciudad, como la fachada del Ayuntamiento o la fuente del popular Icue, escultura de bronce de Manuel Ardil Pagán ubicada frente al Palacio Pedreño, en la confluencia de las calles Sagasta, el Carmen y Santa Florentina; tampoco se olvida de elementos del folclore, la artesanía o los oficios autóctonos, como se manifiesta en los poemas «Cante hondo», «Esparto» o «Marineros de Santa Lucía»; ni deja de recrear o trasponer al lirismo de sus versos los paisajes de la Sierra Minera, como se verifica en piezas como “Castilletes”, “Sierra Minera” o “Chimeneas de La Unión”; o la constatación de la presencia de la naturaleza, a veces en pequeños apuntes descriptivos pero cargados de belleza, como vemos en «La sabina mora», «Poema a un jilguero» o «Tomillo y romero», y otras veces en la contemplación del paisaje amado durante las horas crepusculares de luz fugitiva, ya sea durante la despedida del sol o al llegar la luz renovada del nuevo día naciente, como se verifica en los poemas que cierran el libro, «Atardecer en el Mar Menor» y «Amanecer en Cartagena».

«Canto a Cartagena» se estrena en la Feria del Libro cartagenera, que se celebra desde este jueves, 26, hasta el domingo, 29, en la céntrica Plaza de España. Una obra única y muy apreciada para todo cartagenero —o para cualquier foráneo que quiera adentrarse en clave poética en la esencia de la ciudad, su paisaje y sus gentes–.  A la venta en la caseta 39, de la editorial La Rosa de Papel, a un precio ultraeconómico (7,20 € con el descuento del 10% habitual en estos eventos: quizá el libro más económico de toda la feria). A la venta en librerías a partir del 30 de octubre.


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