Ella quería ser niña, pero le pilló la guerra
'Lecciones de vida'
Antonia Pascual también vivió una niñez marcada por el (maldito) conflicto civil español y sus secuelas. La unionense tiene 90 años, edad desde la que no olvida cuando había que refugiarse en cuevas de la sierra minera, cuando a una tía suya la raparon la cabeza por "comportamiento inapropiado" o un peluche y una patata que le regalaron con motivo de los Reyes Magos y que le hizo más ilusión que el mejor de los regalos a un chaval de ahora. También aconseja a las nuevas generaciones que hay que llevar "una vida sana y con valores".
El objetivo de esta entrevista es mostrar una generación de valores y resignación diaria con la generación actual, que para algunos deja mucho que desear. El propósito de estos párrafos es llegar a nuestra 'generación Alfa' y que sean capaces de ver enseñanzas en las vivencias de nuestros mayores, la sociedad que edificaron con tanto sufrimiento. A pesar de su contribución, parece que la mayoría ignora su legado. A continuación, les invitamos a sumergirse leyendo los longevos recuerdos de dos queridas niñas de la ’generación postbélica’. La pasada semana conocimos las vivencias de la portmanera Francisca Mateo Escámez, de 96 años de edad. En ésta, nuestra protagonista es Antonia Pascual, de 90 años.
Ella no pudo experimentar la inocente infancia que por edad le tocaba vivir, ya que la (maldita) Guerra Civil (1936-1939) le tocó muy de cerca, especialmente en sus primeros años. Francisca no olvida, pese a su corta edad de entonces, cuando, por la llegada de aviones bombarderos, había que huir a la sierra minera y vivir en el interior de las cuevas.
La nonagenaria relata cómo, en una ocasión, fue testigo de algo que no olvidará. La policía de entonces detuvo a una tía suya mientras hablaba con un hombre y, considerando su comportamiento inapropiado según sus criterios, decidieron raparla la cabeza como lección de algo que estaba muy mal visto.
La alimentación era precaria debido al consecuente estado de guerra; ya no crecían verduras en los bancales. Cuando llegaba harina al pueblo, ocasionalmente, se preparaba pan, brindando la oportunidad de degustar ese manjar que hoy damos por seguro tener a diario.
Con el cese de la guerra, Antonia se dispuso a ir a segar. Entonces tenía 12 años de edad. La recompensa no consistía en dinero, sino en trigo, un tesoro preciado en esa época de escasez.
En medio de la interesante entrevista, trae a la conversación un episodio durante unos Reyes Magos. Su hermano le regaló un perro de peluche y una patata. Ella lo apreció como un niño disfruta abrir una 'Play Station' en la actualidad.
Fue con esa escueta docena de años vividos cuando perdió a su madre; nunca tuvo constancia de la causa. Su padre tuvo que criar a ella y a sus hermanos solo y nunca quiso reemplazar la figura de su querida mujer.
Al llegar al final de esta entrevista, que ilustra una lección de vida importante, esta querida niña, ya llena de arrugas, nos quiere dejar un mensaje a la actual generación: "Que lleven una vida sana, dejen fuera de juego los malos hábitos, sepan vivir con lo que tienen sin gastar lo que no tienen y que no se pierdan los valores de respetar a los mayores y de ayudar al prójimo".
Gracias por contarnos esta historia que, sin duda, fue una prueba de fuego en una niñez temprana. Con este artículo, mi objetivo es inspirar a la generación actual a abrir sus mentes, instándolos a cambiar para mejor y a apreciar plenamente todas las comodidades y facilidades que tienen a su disposición, las cuales no pudieron tener Francisca y Antonia.
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- Ella quería ser niña, pero le pilló la guerra (Portmán)
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